A propósito de todos estos meses sin dejar huellas aquí y de eso tan frágil que llamamos tiempo:
II.
Nada era más grande que las miradas que se rozaban de ventana a ventana, que el día que perdiste el carné de identidad o aquel otro en que saltaste la barda de su casa. Lo buscamos y el tiempo era todo lo que teníamos entre los dedos. De tan frágil y cotidiano no lo creímos.
Debajo de tazas, en la singularidad de cada colchón, frente al golpe de aquella puerta, a cuatro ruedas en el periférico sucedía la vida y el copiloto de junto nos decía: esto es mirar, ser mirado.
Nada más había de especial, esto era el tiempo.
De la serie Inundaciones, México, D.F. 2011.
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