que derramó el lenguaje, lo abismaste, lo estrujaste como un papel después del error tipográfico. Pero sólo para que le sucedieran más y más hojas, más horas y días y años de taquigrafía, telegrafía absoluta y delirante. La mudez era este estar sobrecogido ante el lenguaje, este volver los dedos merolicos mecánicos, danzantes ruidosos.
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