t r ó p i c o s

20090611

Hace días o meses o reiteradamente o bueno, hace días por una de tantas veces, escribía en mi libreta que tengo especial envidia por la irreverencia, por la levedad intensa. Eso quiere decir que no lo flat pero si lo ligero y con contenido, bien aplicado y con soltura. Me dan envidia los no-trágicos, los groseros del lenguaje, los que ocupan con la naturalidad que a mi no me sale un simple "a la verga" o "chingue su madre" porque, vaya, muchas veces es lo único que se me ocurre: "que chinque a su madre", "qué no mame" y sobre todo un avasallador y deja-callados: "Güey, qué hueva". Si, bajarle de huevos al lenguaje pues, a la escritura, es más: pinche nombre mamón ese de escritura. Me aturde a veces en lo académico, me aturde a veces en lo poético y entonces me encanta eso que me cuesta tanto... quizá amo a bolaño tan sólo por su Barbarita Petterson, quizá. En fin, tengo que repensar lo conceptualmente cargado y maravilloso de determinadas palabras y mandar más seguido a chingar a su madre a un par de conceptos, figuras retóricas y, por qué no, a un par de personas también, digo, de paso.

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