Ayer antes de dormir leía comunicados y escritos zapatistas y pensé en leerte algunos pasajes. Tristes, maravillosos, detonantes, accionadores. Los leí en voz alta aunque no me escucharas. Te leí. Luego me detuve en el pasaje de las hormigas y me fui a dormir:
("
Yo me resigno a ser fusilado por tanto ojo moreno que me mira y no precisamente con cariño.
Envalentonado, como ocurre con los suicidas, me defiendo: "¡Aquí cada quien puede hacer
lo que quiera menos molestar a las hormigas!". Mi argumento provoca murmullos entre la
asamblea armada de mujeres. Se miran entre si, cuchichean y lo hablan al Heriberto. Yo or-
gulloso de mis dotes oratorias recargo mi pipa. Ana Maria después de consultar con el He-
riberto arremete "No las estaba molestando. Las estaba acariciando" Yo que no esperaba
una contrarréplica, demoro en encender mi pipa, me defiendo ya débilmente: "Eso las hor-
migas no lo sabían". Ana Maria toma la mano de Heriberto y se lo lleva. AL alejarse me dice:
"Tú y las hormigas deberían de saber que la ternura a veces duele"
")
Despierto ahora y te escribo como invocación. Los sueños son una invocación ¿no? Leer en voz alta, escribirte, todo es una invocación en un tiempo que se renueva. Soñé contigo, soñé con chiqueros y cerditos, soñé con que te abrazaba en un cine -por falta de espacio-, soñé que te invitaba a la iglesia sobre el cerro, soñé con un mercado en una plaza, soñé que rechazaste mi invitación, todas mis invitaciones, soñé que volvi a esa casa que es como la casa de mi abuela, sin ti. Después, en otro momento, con esos saltos temporales increíbles que tienen los sueños, tomábamos el autobús de vuela a la ciudad. Nos dejaban en calles desconocidas, solo tú y yo caminábamos y yo apresuraba el paso porque estaba enojada contigo y fingía -muy mal- no verte. Yo te preguntaba después, ante la incertidumbre de las múltiples calles que se abrían ¿dónde estamos? tú decías: mira, sígueme y te metías en alguna calle y no te volví a encontrar nunca. Los sueños que se convierten en pesadillas. Solo había gente tirada en las calles tomando el sol y nadie nunca te había visto pasar. De repente era como si no hubieras existido nunca. Te extrañé y sabía que no te vería más y caminaba sola buscándote y la tristeza se me iba incrustando, se me iba haciendo familiar. Y tal vez, solo tal vez, si te leo o si te sueño es que aparezcas y la tristeza se vaya. Esta es una prueba.
1 comentario:
me pregunto por qué no nos encontramos? dónde estamos? un abrazo olvidado, tu asidua lectora [sí, te leo!]
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