t r ó p i c o s

20100823

Comienzos

Hoy se me pegaron 4 libros. Se treparon a mi bolsa sin remedio. Uno volvió de manera travestida y los otros 3 salieron de una librería tras varios cuartos de hora de domingo viendo anaqueles y escuchando campanas y vuelos de paloma. Así comienzan dos de ellos:

I. "Cuando las imágenes toman posición" de Didi-Huberman viene de regreso. Su inicio no cesa de punzarme desde la primera vez que lo leí -era Barcelona en verano y los ventiladores eran mi compañía preferida-. Llegó a mí en otro domingo de deliberación de libros en Documenta. Mientras Alicia me hacia descuentos yo hacía mezclas de Sloterdijk con Lispector, de Lowry con Didi-Huberman y Levinás, extraño. Comencé con el Popocatetl y me seguí con Didi. Mientras lo leía era tanta mi emoción que, comentándolo con entusiasmo, terminé soltándolo en un préstamo "momentáneo" que a un año todavía no acaba. Lamenté ese dejarlo-a-la-mitad pero las repercusiones irreversibles del inicio han insistido y vuelven, sin exagerar, hasta en la compra del super. Eso para decir que se me metió tanto como las ganas de agarrarme a esas palabras, de subirme a ellas con contundencia e ir al meollo, no andar con rodeos, zanjar... Hoy Daniel lo sacó de su estante y me lo prestó. No es el mismo que yo compré, ahora yo lo tengo prestado, como si el destino de ese título fuera ese. Les transcribo los párrafos iniciales:


“Para saber hay que tomar posición. No es un gesto sencillo. Tomar posición es situarse dos veces, por lo menos, sobre los dos frentes que conlleva toda posición, puesto que toda posición es fatalmente relativa. Por ejemplo, se trata de afrontar algo, pero también debemos contar con todo aquello de lo que nos apartamos, el fuera-de-campo que existe detrás de nosotros, que quizás negamos pero que, en gran parte, condiciona nuestro movimiento, por lo tanto nuestra posición. Se trata igualmente de situarse en el tiempo. Tomar posición es desear, es exigir algo, situarse en el presente y aspirar al futuro. Pero todo esto no existe más que sobre el fondo de una temporalidad que nos precede, nos engloba, apela a nuestra memoria hasta en nuestras tentativas de olvido, de ruptura, de novedad absoluta. Para saber, hay que saber lo que se quiere pero, también, hay que saber dónde se sitúa nuestro no-saber, nuestros miedos latentes, nuestros deseos inconscientes por lo tanto. Para saber hay que contar con dos resistencias por lo menos, dos significa dos de la palabra resistencia: la que dicta nuestra voluntad filosófica o política de romper las barreras de la opinión (es la resistencia que dice no a esto, a aquello) pero, asimismo, la que dicta nuestra propensión psíquica a erigir otras barreras en el acceso siempre peligroso al sentido pro-fundo de nuestro deseo de saber (es la resistencia que ya no sabe muy bien lo que consiente ni a lo que quiere renunciar).
Para saber, hay pues que colocarse en dos espacios y en dos temporalidades a la vez. Hay que implicarse, aceptar entrar, afrontar, ir al meollo, no andar con rodeos, zanjar. También –porque zanjar lo implica- hay que apartarse violentamente en el conflicto o ligeramente, como el pintor que se aparta del lienzo para saber cómo va su trabajo. No sabemos nada en la inmersión pura, en el en-si, en el mantillo de demasiado-cerca. Tampoco sabremos nada en la abstracción pura, en la trascendencia altiva, en el cielo demasiado-lejos. Para saber hay que tomar posición, lo cual supone moverse y asumir constantemente la responsabilidad de tal movimiento. Ese movimiento es acercamiento tanto como separación: acercamiento con reserva, separación con deseo. Supone un contacto, pero lo supone interrumpido, si no es roto, perdido, imposible hasta el final.”
Georges Didi-Huberman. Cuando las imágenes toman posición. Antonio Machado Libros, 2008.


II. Luz de Luciérnagas de Edson Lechuga. Supe de él através de Sol hace ya varias semanas. Me dieron muchísimas ganas de leerlo al ver de qué iba y que cruzaba con olvido, duelo, terremoto. Sentía ecos, de nuevo, con esas escrituras y lecturas del año pasado y esos todavía-borradores que aún me rondan. Apenas voy en las primeras páginas y hay buenos presentimientos e inevitables resonancias geográficas. Me detengo un poco sólo a transcribir y compartirles, también, las primeras líneas:

"UNO (2008, febrero, Barcelona)

Alejarte demasiado de aquello que amas es meter la cabeza en un hoyo negro: si no eres capaz de salir de tanto en tanto y dejar que la luz acaricie tus pupilas, empiezas a perder la vista hasta que tus ojos enceguecen y olvidan.
Entonces ya no hay remedio, tu alma se convierte en una criatura fosilizada, en un espíritu colgando del tendedero de un barrio pobre, en una bisagra oxidada que impide que se abran las puertas de otro tiempo.
Yo lo sabía.
Siempre lo supe.
Desde el momento en el que salí de México tuve esa sentencia. Antes. Desde el momento en que salí de mi pueblo; incluso más al principio de mi historia, en pequeñas fugas de mi infancia ya presentía ese resabio amargo que deja la lejanía, esa sombra que ocupa tus pupilas y va creciendo conforme más te alejas.
Yo me encontraba lejos, no sólo lejos de México sino lejos de mí.
Era febrero y barcelona se había puesto más triste que cualquier otra ciudad del mundo. O quizá no, quizá lo que veia en las calles, en los pasos de la gente, en el vuelo de las palomas, era el reflejo espectral de mis pasajes interiores"
Luz de Luciernagas Edson Lechuga editorial Montesinos, 2010


.

No hay comentarios.: