La cara salada. Las últimas suelen no ser siempre las últimas pero esas eran sólo las que ya no existían. Voy a intentar ser un poco más clara: no pre-existian en ningún lugarcito de mi pero tampoco existían allí en ese momento en que eran lloradas. Previsora, aha, el afán de llorar las de antes, ganas de que esas fueran las últimas antes de las últimas. Deseo de que esas dijeran definitivamente todo lo que habría de llorarse a ese respecto.
Hay una segunda versión
Ese momento había sido intuido, imaginado. Pensaba: la revista que circula en los cafés, en los salones, en los restaurantes. Imaginaba una cosa casual, una invitación, un rumor, una llamada. No fue así y mi drama planeado no sucedio. Era tan previsible todo que no podía más que sonreírme e intentar inventar eso que faltaba porque cuando no existen hay que inventarlas.
Hay una tercera versión
Se contuvieron como el corazón, se estancaron. Algo cayó como cae una burbuja y explotó en mis pies. Quedarse inmóvil era lo más adecuado,intentar no pisar nada. Los trozos de cristal se barren, se ponen en un recojedor, se enredan en papel -periódico de preferencia, se ponen en el basurero. Después sólo hay que esperar al camión de la basura. Ahora si nos sacamos las astillas, ahora si lloramos.
Hay una cuarta versión
No existieron. Si remotamente habían caído eran mentira. Mentira como todo lo que había en las manos, mentira como lo que veían los ojos, mentira como todo lo que había. Si de algo estoy segura es de que un carajo verde con manchas púrpuras gritó algo. Pero eso también era parte de esa mentira.
Hay una quinta versión
(y es de Man Ray)