Algo nos sobrepasa en la mención de esos nombres antecedidos o precedidos por un número. Hay algo de metafisico en el calendario y en su temporalización silenciosa y devastadora. Algo nos revelan los recuerdos a los que ya no acudimos, las capas superpuestas, los nombre perdidos. Los estratos de la computadora se despliegan en su lógica desconocida, casual, a-cronológica. Encontrar lo que no buscamos y pedir con urgencia una linea del tiempo.
¿cómo ordenar aquello?
El enero-diciembre es lo único ordenado, va en fila como si de verdad todo fuera así, como sí el día en realidad empezara a las 12 am, como si el olvido empezara en la linea de un mes, como si los segundos precisaran la vida. Ridículo, metafisico, conmovedor. Las lineas ¿negro sobre blanco o blanco sobre negro? son esos saltos atemporales de lo que existe en un lugar que no sabemos, en un calendario ya desconocido que insiste en tener los mismos nombres del calendario de hoy. Allí, en el desktop, la carpeta, la subcarpeta, una linea más o una menos, un octubre cualquiera: archivos.
Casi Silvina dixit: se repiten los nombres con extraña insistencia.