Aunque no lo sepan, o si se quiere inconscientemente, los cronopios desearían ser famas. Los cronopios, ya sabemos, cantan desparpajadamente, tienen por reloj una coliflor o regalan trozos de manguera de colores hermosos por allí. Los cronopios bailan con el tiempo o lo saludan alegremente y le seden su lugar en el autobús. Parecen felices sólo que no entienden su comezón en la mano derecha o atrás de las rodillas.
Los cronopios podrán bailar y cantar catalá pero las famas serán ministros o lo que quieran ser por aquello de su excelente organización, su puntualidad y su intachable planificación. Los cronopios, aunque no lo sepan, luchan la vida entera por ser así, luchan por no ser esos seres improvisados, desordenados, espontáneos, volátiles, melancólicos y tan poco prácticos.
Envidia se le llama a la comezón, pero no lo saben.
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